viernes, 10 de junio de 2011

Aquellas pequeñas cosas

Si la entrada introductoria de este blog la he dedicado a Lhasa de Sela, como no podía ser de otro modo dado el título del mismo, la primera entrada propiamente dicha no puede ser dedicada a otro que a Joan Manuel Serrat, maestro de toda una generación, admirado y respetado por todos, recientemente nombrado “doctor honoris causa”. En los últimos años es tan grande el “consenso” entorno a su figura como en cierto momento lo fue el escándalo que suscitaba en nuestro país y en otros, en aquellos momentos, tan poco democráticos como este.
Joaquín Carbonell, periodista, escritor y también cantautor aragonés, del que ya nos ocuparemos en otra ocasión en esta página, escribía en uno de sus artículos:
« Me preguntó una vez un perodista cuáles eran mis cantantes favoritos. Cite tres. Y entre los tres no estaba Serrat. “¿Y Serrat?”, me dijo alarmado. “¿Serrat? Serrat es aparte. Es otra cosa. Es el maestro”, le aclaré. » (Puede leerse el artículo completo pulsando aquí)
No voy a entrar aquí en muchos detalles biográficos, en primer lugar, porque son de sobra conocidos por todos y, en segundo lugar, porque hay cientos de páginas en Internet dedicadas a ello.
Lo que resulta más difícil es elegir una sola entre todas sus canciones, sin embargo hay un tema cuyo título puede describir a todas las demás y que simboliza de algún modo las cosas verdaderamente importantes: “Aquellas pequeñas cosas”

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas

que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.